Había una vez un país, que habiendo llegado a estar entre los mejores del mundo, comenzó a declinar. Luego de varios gobernantes que produjeron una notable decadencia continua, termino en uno que resulto catastrófico. Incapaz, había llegado al más elevado puesto por cuestiones del azar, no por condiciones ni capacidad. Su mujer, sospechada de manipularlo, solo dejaba las frivolidades coquetas cuando paraba frente a un espejo. Al asumir había sido observado con esperanza por el pueblo, aunque los desaciertos se fueron sumando y la corrupción se hizo cada vez más evidente. La corte que lo rodeaba, aprovechándose de esa condición, se enriquecía también a costa del país. La nación fue perdiendo predicamento y respeto internacional, por errores de manejo en conflictos con países vecinos, el aumento de sus deudas y una evidente falta de conducción. Parecía que nada podría impedir la debacle pues cada paso dado, cada medida tomada, profundizaba ese desgraciado estado de cosas.
Hasta que un 14 de junio, se constituyo la Asamblea Nacional iniciando en Francia un camino ejemplar para toda la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario