3dias
Mientras el narcotráfico levanta
temperatura en la agenda política, el negocio de la droga avanza sobre la
economía formal. Pese a la ausencia de estadísticas oficiales, los
especialistas analizan los sectores más permeables al riesgo narco y advierten
sobre la desprotección del sector financiero. El costo social y las deudas legislativas
de un flagelo en aumento.
Se incauta apenas el 7% de la droga
que ingresa al país, dicen los expertos.
En el
clímax de su poder, Pablo Escobar ofreció pagar la deuda externa de Colombia a
cambio de que el Gobierno eliminara la extradición de narcos a los Estados
Unidos. El episodio, que en rigor forma parte del ampuloso anecdotario de quien
fuera el mayor traficante de drogas del mundo, no solo sirve para dimensionar
la omnipotencia del cártel de Medellín en los años 90. También es una muestra del
peso del negocio de las drogas en la economía de un país.
La
Argentina está lejos todavía de aquel flagelo colombiano, aunque, por estos
días, son pocos los que dudan del voraz avance del narcotráfico en el país
durante la última década. Al contundente documento publicado por la Iglesia
semanas atrás, que advertía sobre los riesgos de "pasar a una situación de
difícil retorno", se sumó el pronunciamiento de la Corte Suprema, que
reclamó medidas urgentes para combatir el ingreso de drogas por el norte del
país.
Pero
mientras la narcomanía gana espacio en la agenda política, el negocio de la
droga comienza a echar raíces en la economía local. Y si bien, por su condición
ilegal, es difícil dimensionar su efecto en las cuentas del país, lo cierto es
que economistas y expertos ya detectan síntomas de la amenaza narco en la
economía formal, que van desde el sistema financiero hasta el sector
inmobiliario, pasando por la compra y venta de jugadores de fútbol.
¿Cuánta
droga se consume en la Argentina? ¿Cuánta se produce? ¿A qué valor? Una
respuesta certera y oficial a estos interrogantes sería el primer paso para
diagnosticar el problema del tráfico de estupefacientes en el país, coinciden
los especialistas consultados por 3Días.
Sin
embargo, en línea con el oscurantismo estadístico que desde el Indec se
extiende a otras cuentas públicas, según los expertos la Secretaría de
Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el
Narcotráfico (Sedronar), no publica información confiable desde 2011, cuando su
por entonces titular, José Granero, fue eyectado del cargo por diferencias con
Aníbal Fernández. Otro síntoma: el organismo encargado de controlar la demanda
y oferta de drogas estuvo acéfala la mayor parte de este año, luego de la
renuncia de Rafael Bielsa en marzo.
La
reciente designación del padre Juan Carlos Molina -un sacerdote santacruceño
cercano a los Kirchner- supuso la puesta en marcha de una nueva estrategia en
la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad: la Sedronar cederá la Subsecretaría
de Lucha contra el Narcotráfico, que pasará a la órbita del Ministerio de
Seguridad, que hoy dirige la también flamante funcionaria María Cecilia
Rodríguez.
¿La década ganada?
La falta
de estadísticas oficiales no impide que autoridades mundiales como las Naciones
Unidas publiquen estimaciones y proyecciones sobre la evolución del
narcotráfico en estas latitudes. Son datos que, como señalan los expertos,
permiten ver apenas la punta del iceberg del negocio que moviliza la droga.
“Argentina
se convirtió en un eslabón fundamental en el tráfico de drogas. Dejó de ser un
punto intermedio en la ruta hacia Europa y se convirtió en un mercado en sí
mismo, sostiene Martín Verrier, especialista en narcotráfico y consultor en
seguridad.
Una
década atrás, la Argentina cumplía un rol secundario en la ruta narco y era
considerado un país poco atractivo para el comercio de estupefacientes en
comparación con sus vecinos de la región. Según cifras de la ONU de 1998 en
base a datos del Sedronar, el 2,3% de la población argentina adulta fumaba
marihuana, apenas el 0,03% usaba heroína y no había registros oficiales de
tráfico de anfetaminas.
Diez
años después, el escenario es radicalmente distinto. El mismo informe de las
Naciones Unidas denuncia que el consumo de marihuana aumentó en un 200% para
alcanzar el 7,2% (casi 2 millones de personas), el uso de heroína creció un
400% hasta impactar en el 0,16% de la población y el antes inexistente mercado
de las anfetaminas hoy atrae al 0,6% de los argentinos.
La señal
más contundente del avance del narcotráfico en el país, sin embargo, se refleja
en el tráfico y consumo de cocaína: mientras que a fines de los ‘90 la cifra
alcanzaba al 1,2% de la población y ubicaba a la Argentina en el sexto lugar a
nivel latinoamericano, una década después, el uso de esta sustancia se disparó
al 2,6%. Son 728.000 personas que consumieron un total de 73 toneladas de
cocaína por año en promedio. De esta manera, hoy el país cuenta con el dudoso
honor de ser el primero en el ránking regional de consumo de cocaína. Al
respecto, un trabajo de Verrier en base a las cifras oficiales disponibles,
estima que el mercado de consumo de cocaína en el país es de $ 3228 millones.
En la
misma línea, la oficina anti-drogas de la ONU también ubica a la Argentina en
el podio de los países de donde más sale cocaína. Según el origen de los
cargamentos decomisados a nivel mundial, el país es el tercer mayor puerto
proveedor de esta clase de narcóticos, solo superado por Brasil y Colombia.
Al
respecto, días atrás, el juez de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni, rechazó los
datos del informe. "Es una locura, si ni siquiera producimos materia prima
en la Argentina", señaló el magistrado, uno de los más alineados al
Gobierno en su política anti drogas. No obstante, según datos de la Secretaría
de Seguridad de la Nación, en lo que va del año se desbarataron 235 cocinas” en
todo el país, una cifra que para los especialistas representa cerca del 10% del
total del mercado. Así, la Argentina se suma al grupo de los países
considerados productores, como Colombia, Perú y Bolivia. Además, para la DEA,
la Argentina es uno de los 25 países que registran mayor producción de
precursores químicos utilizados para cocinar estupefacientes. Mientras que en
Colombia la producción de cocaína y las hectáreas de plantación se fueron
reduciendo sensiblemente en los últimos años, a partir del Plan Colombia, al
mismo tiempo subió la producción en Perú y Bolivia, destacan los expertos. Este
traslado geográfico de la producción hacia el Sur acerca el epicentro del
negocio a la Argentina.
El otro colador
Por
estos días, el debate está focalizado en la falta de presencia estatal. Pero
mientras aumentan las críticas por la porosidad de las fronteras o por la falta
de control aéreo (ver recuadro La deuda...), los especialistas en lavado de
dinero alertan que el sistema financiero quedó excluido del radar. En la
Argentina fue directamente negada la incidencia del narcotráfico en la
producción de dinero ilícito para el sistema financiero formal, señala Juan
Félix Marteau, abogado especialista en lavado y ex representante argentino ante
el GAFI durante el gobierno de Néstor Kirchner. Y agrega: El Gobierno no
reconoce que haya un vínculo entre lavado de dinero y narcotráfico.
Por
haberla dirigido hasta 2005, Alicia López pone el foco en la Unidad de
Información Financiera (UIF). Hoy no se hace inteligencia financiera en la
Argentina. La UIF fue creada con el objeto de trabajar en conjunto con los
otros organismos del Estado y con el sector privado, pero esto no se lleva a
cabo, opina en diálogo con 3Días. Y enumera los sectores más permeables al
lavado de activos proveniente del tráfico de drogas. Los sectores más candentes
son el inmobiliario, el hotelero y el gastronómico. Pero es imposible resolver esos
delitos sin un diagnóstico, aclara.
En la
misma línea, Marteau sostiene que hay inversiones narco en tierras de
producción agropecuaria en la ruta de la droga que va desde Bolivia a Buenos
Aires, e incluye áreas de Salta, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. Otra de las
locaciones predilectas de los traficantes es el corredor marítimo aledaño al
puerto de Rosario.
Por
recomendación del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), cada país
miembro debe elaborar un mapa de riesgo para determinar cuáles son los delitos
productores de dinero ilícito. En la Argentina, ese análisis no existe,
remarcan los especialistas. ¿De dónde proviene el mayor flujo de activos
ilegales? ¿Del narcotráfico, del contrabando o de la evasión impositiva? Habría
que calcular el monto de inyección de dinero ilícito y en base a eso determinar
dónde hay que atacar el problema, reconoce Marteau.
Si bien
los especialistas coinciden en que, así las cosas, no es posible determinar con
exactitud cuánto del dinero del narcotráfico impacta en el sistema financiero
argentino, señalan que existen indicadores globales que ayudan a dimensionar la
monumental incidencia a la que está expuesta la economía local: del total de
los u$s 2.000.000 millones de activos que anualmente provienen de actividades
criminales en el mundo (prácticamente el PBI de Brasil), unos u$s 300.000
millones (algo así como el PBI colombiano) son originados por el mercado negro
de drogas. De esos u$s 2.000.000 millones de activos, tres cuartas partes se
lavan a través del sistema financiero. Inexorablemente un incremento de las
actividades de producción y comercialización de drogas en el país va a terminar
por inyectar dinero ilícito en el sistema financiero local", denuncia el
experto.
A todas
luces, el narcotráfico aparece como uno de los delitos determinantes del lavado
de dinero en la Argentina. Lo señalan, incluso, las propias evaluaciones del
GAFI. Frente a la realidad del narcotráfico en la Argentina, el sistema
financiero tiene como desafío concreto crear rápidamente análisis de riesgos
para identificar el posible ingreso de dinero proveniente de ilícitos, sus
metodologías y actores, finaliza Marteau. / 3D